Amor a la literatura

Acurrucada en un árbol,
soleado día de verano.
Mis dedos sobre tu cuerpo
desnudo ante mis ojos,
amarillas tus hojas
y la tinta casi borrosa
me dedicas poemas,
me hablas con delicadeza en las letras.
Y mi corazón aturdido,
¡qué dulces, qué dulces!
Qué dulces palabras
más brillantes que las gotas de agua.
¡Quítame el alma, poeta!
¿Qué es lo que me queda?
Ante ti no soy nada,
tal vez una perdida enamorada
tan ansiosa de tus secretos
guardados en hojas y tintas de negro.
Tú me alegras el día,
tú me inspiras armonía.
Mi amado ángel,
mi pequeño poeta.
En tus hojas, tus alas
vuelan por ese mar de letras,
y llévame contigo en ellas
a un mundo apasionado,
tan apasionado como este corazón
enamorado.
Ahora que yo te cierro
tan absurda yo me siento.
Enloquecí entre tus imaginarios brazos
y ahora lloro a un compás acelerado.
Eres un libro, objeto inanimado,
y aun así me has atrapado.
Ahora soy yo quien te abrazo,
te acerco entre mis dedos
protegiendo tu sueño,
aguardando tu legado...
Despierta pronto de tu letargo.